domingo, 21 de agosto de 2022

Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco

 


Ciudad de México, tres años después.

Después de tres años de ausencia, de distanciamiento, vuelvo a las calles, las plazas, los lugares íconos, la gente con la que conviví toda la vida. Vuelvo a la comida añorada, las aglomeraciones todavía tímidas, las calles que nunca imaginé recordar con tanta nostalgia. Noto muchas ausencias. Veo cortinas y puertas cerradas donde antes tenía paso franco.noto miedo, desconfianza ("Conserve su distancia", "En el interior de la tienda, uso obligatorio de cubrebocas", "Respete el aforo máximo de personas") en los rostros afanosos, en las caras que quieren volver a una normalidad que por ahora sólo está en los buenos deseos futuros.





Todo eso voy pensando mientras recorro los andadores de la unidad habitacional de Tlatelolco. Exhuberancia de plantas, de árboles; la vida cotidiana de un pueblo vuelto ciudad vuelto edificio vuelto historia urbana vuelto alegría vuelto sangre dolida vuelto temblor vuelto silencio, que sin embargo hoy vive el día a día; un lugar que tiene en su pasado de caleidoscopio las bayonetas cercando la plaza, los vendedores ofreciendo mantas de algodón y granos de cacao, el bramar del tren acallando los rezos en latín y náhuatl y los sombríos muros de la prisión, los gruesos muros de la Parroquia de Santiago Tlatelolco que coinciden paradójicamente con los basamentos de piedra del Templo Mayor arrasado... Esto es Tlatelolco: la Plaza de las Tres Culturas y su zona arqueológica, la caja de agua colonial y el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, el Jardín de Santiago y su tranquilidad de plaza pueblerina, acogedor y encantado...






Vuelvo de muy lejos, de hace tres años, a mis calles y a mi gente, recuperando lo perdido, recordando lo futuro, soñando lo pasado...